«¿Y cuál es la gracia, entonces?», preguntaste. «Cuando renazca, seré solamente una pizarra en blanco, ¿verdad? Un bebé. Todas mis experiencias y todo lo que hecho en esta vida no importará».
«No exactamente. Llevas contigo todo el conocimiento y las experiencias de todas tus vidas pasadas. Sólo que no lo recuerdas ahora mismo».
Te despiertas en un estado distinto, tu cuerpo es el tuyo pero parece que ya no te pertenece. A tu alrededor, la nada. El todo. No lo tienes claro. Estás… muerto. (Si no lo estabas ya antes.) Un ente, o una voz, más bien, se comunica contigo y te pone la vida (la muerte) patas arriba. Resulta que si estabas perdido en vida lo vas a estar más ahora, pues la muerte tampoco era lo que parecía. Descubres por esta voz mensajera que cada individuo se conforma de capas y capas de vidas pasadas y de que eres tu vida y las de otros. Has muerto pero te toca renacer. Otra vez.
Me gustan mucho las historias cíclicas donde parece que todo final es un comienzo y este comienzo es a su vez una continuación del final. Aunque el relato en sí no destaca por nada en particular, propone una teoría interesante, que tampoco original (me recuerda a Avatar: la leyenda de Aang, Cloud Atlas, pero, en especial, a Angel’s Egg y a la mismísima Past Lives). La cita destacada, en concreto, resuena conmigo precisamente por este motivo. El tema de la reencarnación en la ficción siempre me ha resultado de gran interés. El concepto de viajar de un cuerpo a otro sin perder la esencia, olvidando quiénes hemos sido, pero manteniéndonos, manteniendo una parte de nosotros.
Weir va un pasito más allá con este relato y alude a que cada vida es la vida de un conjunto de vidas, no solo de aquellas que nos han pertenecido. Al final, es difícil disgregar un yo de otros, ¿qué me diferencia a mí de esta vida de otro yo de una vida anterior y, más importante aún, qué esencia de ese yo se mantiene para que siga siendo en esta? Nótese que vida no equivale a alma. Y es que: ¿cómo podemos conocer o conectar con nuestras vidas anteriores? ¿Qué queda dentro de nosotros con este cambio de cuerpo?

«Cada vez que trataste injustamente a alguien», dije «te lo estabas haciendo a ti mismo. Cada acto de amabilidad que has hecho, te lo has hecho a ti mismo. Cada momento feliz y cada momento triste experimentado por un ser humano fue, o será, experimentado por ti».
Nos adula el concepto de haber sido especiales, pero solo para bien. Aquí, Weir juega muy bien con este sentimiento ligeramente hedonista al combinar en la misma esencia lo peor y lo mejor de un ser humano. Arrastramos todo lo que hemos hecho y lo que no; lo que hemos presenciado y lo que nunca hemos visto; lo que no importa y toca y lo que despreciamos y desechamos. Somos un conjunto de un todo y, a la vez, somos cada parte. Conformamos una vida, con todas sus aristas y vertientes, y con sus multiplicidades. El mundo es más pequeño de lo que imaginamos, sobre todo, cuando nos damos cuenta de que nosotros somos todo ese mundo contenido en un mismo recipiente.
Al final, este cuento o relato no es más que una parábola muy sencillita que en sus menos de tres minutos de lectura te obliga a pensar. Y eso es, para mí, lo que le da valor. Su objetivo es el de hacer que te sientes con una hoja en blanco y analizar tu propia psique, como trata de hacer esta reseña. Como con cualquier otra lectura, la clave está en lo que te hace sentir. La filosofía detrás de sus palabras, la introspección a la que te conduce.
Qué piensas de vivir y de morir; ¿son la misma cara de una moneda, una línea paralela que nunca puede chocar o sí colisionan en cierto punto? El significado que cada uno de nosotros (o, todos nosotros) le da a la vida y la muerte se conforma de nuestras vivencias y experiencias y creencias, pero ¿importa, al final? Si ninguno sabe qué hay más allá, por qué no imaginar. Por qué no pensar en un huevo (como sucede con la premisa tan bien ejecutada de Angel’s Egg) como la cápsula a romper. ¿Es lo de fuera o lo de dentro la vida? ¿Hay más de una forma de morir, al igual que hay tantas formas de vivir? ¿Importa siquiera?
Puedes leer el relato aquí.
Deja una respuesta