Un cuarto, una caverna

Todo trauma, al final, se explica con su inicio. Antes del cuarto, estuvo la caverna; pues antes de Giovanni, David conoció a Joey. El primer chico con el que David tiene un encuentro sexual y con el que descubre que anhela esa intimidad de hombre a hombre es también aquel en el cual se cimienta ese odio y repulsión por sí mismo. «Creí ver mi futuro en esa caverna», se dice David; él sabe que la su inclinación sexual no va a desaparecer nunca y que está condenado (en el presente en el que vive) a sentirse atraído por los hombres y permanecer anclado en la oscuridad de esa caverna. «Vergüenza y temor». «Deseo monstruoso». «Pérdida de la virilidad». Ese lenguaje despectivo hacia lo que ahela de forma natural lo arruga dentro de la imagen de un individuo ajeno a sí mismo pero bien visto a ojos de otros: los de su única familia, los de los conocidos e, incluso, los de una sociedad que lo juzga por salirse de los cánones establecidos.

Con la caverna comienza ese asco que desemboca en una negación de su sexualidad y lo lleva a hacerse daño a sí mismo, a una mujer a quien tan solo aprecia y a un hombre que lo ama. La negación parcial es más destructiva que la absoluta, puesto que en esa cesión de concesiones durante la duración en la que el deseo le puede a la vergüenza el daño ya queda hecho. La caverna tiene una apertura, y la capacidad de David de entrar y salir de esta resulta no solo un juego peligroso, sino una refutación de su propia identidad y la composición de otra secundaria; falsa, postiza y que le confiere la actitud de un personaje que vive dentro de su propia vida.

Cuando David sale de la caverna es porque entra al cuarto. El cuarto de Giovanni comienza siendo el refugio de esta, sin embargo no puede serlo de forma definitiva. Caverna y cuarto son atlas y axis en una misma estructura, son dos vértices opuestos del mismo cuadrilátero. El refugio es el lugar donde la vergüenza y el temor se comparten con una única persona, porque se esconden del resto, que permanecen fuera de dicho cuarto. En el cuarto, el deseo monstruoso pasa a ser solo deseo, culminado en un acto de intimidad con un hombre que comparte ese mismo espacio y que no es un extraño cualquiera. Si la virilidad se pierde en el cuarto no pasa nada, puesto que se recupera fuera. Pero el cuarto es un secreto. Y un secreto sigue siendo la oscuridad de la caverna, ya que el cuarto de Giovanni no representa más que una débil esperanza de hacerse creer a sí mismo que lo que siente es válido y que entre esas cuatro paredes vive el amor como los demás, al menos cuando no mira a Giovanni a la cara.

El cuarto solo puede mantenerse puro y limpio al inicio de la relación entre ambos, cuando el deseo oprime toda conciencia y David tiene la capacidad de olvidarse de que la caverna está en sí mismo. Pronto, la novedad de Giovanni pasará a ser rutina y a asfixiarlo hasta devolverle al cuarto la cualidad de caverna, pues Giovanni le recordará demasiado a todo aquello de lo que el cuarto lo ayuda a escapar. Será entonces cuando el cuarto deje de ser refugio para pasar a ser cárcel y cuando David deba admitir que el cuarto no es más que su propia negación porque Giovanni no es más que la parte de sí mismo que realmente desearía poder ser.

David dentro y fuera del cuarto de Giovanni

Siguiendo esta misma idea, ¿quién es David? David se compone por su yo público y su yo privado, dos caras de una misma moneda. Por un lado, está el David americano, un joven ejemplar, comprometido con una buena chica y viviendo una temporada en una ciudad francesa antes de sentar la cabeza. Por otro lado, está el David afrancesado que frecuenta compañías de su mismo sexo en bares nocturnos y que se encapricha de un joven italiano en la seguridad de su cuarto en un barrio bajo, donde nadie importante de París ni del resto del mundo les prestará jamás atención.

En definitiva: hay un mismo David antes y después de Giovanni, pero dos Davids mientras este está con Giovanni. En realidad, su dicotomía lo caracteriza. «Hay muchas cosas que no le digo a Giovanni». Hay una parte de él que nunca ha cedido a Giovanni, su sinceridad y aceptación, y es que ni cuando se entrega corporalmente a Giovanni, David se entrega en cuerpo y alma. No puede entregar aquellas partes de sí mismo que no siente que le pertenezcan. Al final, por mucho que se haya refugiado en él, «el cuarto es sucio y maloliente», pues le recuerda con claridad que su permanencia en él lo va a alejar de las expectativas de la sociedad, de Hela, de todo aquello que le restaría la verguenza y el terror por ese deseo monstruoso que Giovanni, al fin y al cabo, le despierta.

David vive atormentado por el deseo de encajar (el opuesto al deseo monstruoso) y por ello se aferra e Hela. En cuanto esta regresa a París, la farsa que David ha mantenido con Giovanni en el cuarto se rompe, ya que ella le recuerda a David sus obligaciones para con ella de la misma forma que el descubrimiento de Giovanni de que David va a desecharlo le provoca esa misma vergüenza y terror que solo sirven para acrecentar su reconocimiento de que la caverna es su futuro. La comprensión de ver que la vida que ha llevado con Giovanni solo puede existir en el cuarto (y ni siquiera para siempre) acrecienta la idea de que cuarto y caverna son la misma cosa: la homofobia reprimida de David y su incapacidad de aceptación.

«La verdad es que no comprendo por qué al dejar el cuarto de Giovanni tienes que dejar París». Entendiendo el cuarto como ese refugio prisión, que, a su vez, es una metáfora de lo sexual, David necesita abandonarlo de forma tajante. Como he dicho antes, «la negación parcial es más destructiva que la absoluta». Quedarse en París, habiendo abandonado a Giovanni, sería más destructivo que mudarse a otra ciudad. David se aferra a Hela como a una boya; ella es la luz del faro en la costa después de haber estado tanto tiempo perdido y a la deriva, ya que, como bien dice David,«la vida en aquel cuarto parecía transcurrir bajo el mar».

David recalca las peores cualidades del cuarto «sucio y maloliente»; estas son aquellas características de sí mismo que él detesta y quiere dejar atrás con el cuarto y con Giovanni. Culminado el deseo con Giovanni, solo queda la frialdad de la verdad; el cadáver del anhelo y la transformación; la vuelta a su otro yo que lo conduce a la pureza de haberse convertido en la mejor versión de sí mismo. Al menos, hasta que ese anhelo regrese, como un monstruo. Siempre acechante en la caverna.

El cuarto como metáfora del cuerpo deshumanizado y la sexualidad reprimida

Un cuarto es un habitáculo, un espacio definido por unos muros y estilizado con unas decoraciones. Un cuarto es un lugar que alberga una (o varias) vida(s). El cuarto es el reflejo exterior del interior de sus ocupantes. Giovanni es el dueño del cuarto; solo puede y sabe vivir en ese cuarto, pues ese cuarto es toda su casa. David es el invitado del cuarto, ya que elige vivir en él a cambio de una compensación económica (y emocional, en este caso).

Al menos, hasta que se harta.

El cuarto actúa como espectador de la vida que transcurre en él, como confesor, aunque también participa en las decisiones en la vida de sus inquilinos; también impone unas rutinas y genera unos roles, que se ven reflejados en la relación entre quienes lo habitan. David entiende el cuarto, al comienzo, como un escondite que debe reconstruirse, pues, junto a Giovanni. Es un intento de relación, donde él, de forma constante, se baraja entre la felicidad y la aceptación de su vida con él y la repulsa y el rechazo de prolongarla. El desdeño hacia este cuarto, a posteriori, deriva de la fútil convicción de que su tiempo juntos ha acabado, aunque desde el inicio ya se intuye que su estancia será temporal cuando describe la hosquedad del cuarto como «las ventanas que observaban como dos grandes ojos de hielo y fuego, y el techo bajo, como esas nubes desde las cuales han hablado a veces los demonios, oscurecidos, sin lograr suavizar su malevolencia detrás de la luz amarilla que pendía en el centro, como un sexo indefinido y enfermo».

En este inicio ya se deja entrever la conjunción entre lo demoniaco e impuro asociado a la oscuridad del cuarto y, a la vez, la alusión a la única luz de la estancia como un «sexo indefinido y enfermo», que puede no ser más que un reflejo de la propia percepción de David de sí mismo, su sexo y la definición del propio acto sexual que practica con Giovanni. Y es que ese deseo que ya hemos viso que David anhela le parece repulsivo al mismo tiempo. David crea una barrera entre su cuerpo físico y sus emociones abstractas. «Cuando me tocaba pensaba, no importa, es solo el cuerpo, pronto pasará» en un acto de renuencia a esos encuentros sexuales, pero después recae en ellos con ese anhelo cuando dice que «soñaba con el tacto de sus manos, las manos de Giovanni, las manos de cualquiera, que tenían el poder de destrozarme y de volverme a construir». De una manera u otra, en el acto sexual David es más él mismo que nunca, pero, a la vez, se convierte en todo aquello que más odia.

La ruptura entre el cuarto y David es inevitable entonces. La relación avanza entre David y Giovanni hasta que se torna insostenible, pues entran en juego las expectativas de ambos sobre sí mismos, sobre lo que son juntos y sobre lo que el mundo exterior opina de eso. Cuando David repudia el cuarto, repudia a Giovanni. «Desde cuando odias tanto este cuarto», le reprocha Giovanni. Desde cuando me odias tanto a mí y a lo que tenemos, es lo que quiere decir. La relación esta torcida, rota, corrupta desde el inicio; y ni el amor que puedan tenerse puede salvarlos de su destrucción. El cuarto los albergará solo durante un tiempo, lo que le dure a David el aguante o lo que Giovanni tarde en darse cuenta de que David no está dispuesto a sacrificarse. «Tú no quieres a nadie. Amas tu pureza […] Quieres ser limpio […] Mira lo que me has hecho. ¿Crees que habrías podido hacerlo si yo no te hubiese amado? ¿Es esto lo que haces con el amor?».

El crimen en El cuarto de Giovanni

La novela comienza hablándonos de la próxima ejecución de Giovanni por haber cometido un crimen. El libro no te oculta nada ni te esconde la realidad, se muestra abierto, como Giovanni; no como David. En el libro se cometen varios crímenes, pero el peor de todos es el que David comete al permitir que Giovanni lo ame.

Una de las escenas más tensas en todo el libro sucede en un instante de confrontación entre ambos: la primera vez en que David saca a relucir la opinión de que el cuarto es asqueroso y Giovanni se ha enterrado en él. El miedo y la vergüenza regresan, por parte de ambos, que parecen defender ideales opuestos y adoptar posturas chocantes. El desprecio desbanca al amor, el monstruo se come al deseo y ambos están a punto de terminar con todo, incluso con el otro. «En momentos como ese, me parecía que yo estaba soportando y cometiendo el crimen más largo, más bajo, más perpétuo». El crimen de querer a Giovanni, de quererlo mal, de permitir que Giovanni lo quiera, que Giovanni lo quiera mal. El crimen de ser ambos una amenaza y un bálsamo de consuelo, dado que, aunque están juntos, están solos y se enfrentan el uno contra el otro. El crimen de someterse a esa vida que David no quiere, de hacerle creer a Giovanni lo contrario. El crimen de ceder ante sus deseos y también de censurarlos.

Demasiados crímenes en El cuarto de Giovanni; algunos impuestos desde el exterior, otros nacidos desde dentro. David deja tras de sí un cadáver y perpetúa el crimen de una sociedad que no le(s) permite vivir su vida en compañía. El peor crimen de David es ajeno a su voluntad y nace del odio externo (ese que él adopta para sí), pues proviene de una sociedad sucia y maloliente, como el cuarto, con vergüenza y terror, y un deseo monstruoso por imponer unos cánones y negar el libre albedrío. Al final, tanto David como Giovanni solo son dos hombres perdidos en un cuarto, en uno de tantos, bajo el yugo al que se ven sometidos por la mano que les da cobijo.

Reseña de Goodreads

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